La historia de P

«P» fue mi alumno hace unos cuantos años. 

«Es un alumno muy flojito, muy vago» Este es el mensaje que recibía de su tutora del año anterior. Las etiquetas de siempre. para algunos era ese alumno vago y flojito, incluso él se consideraba menos que el resto. Para mí era un reto.

«P» tenía ciertas dificultades de aprendizaje que venía arrastrando de cursos anteriores, lo que le dificultaba la adquisición de ciertos conocimientos y la realización de ciertas tareas. Acudía a terapias de refuerzo con especialistas. 

Yo decidí olvidarme de lo que me habían comentado sobre él, decidí conocerle y crear mis propios objetivos para en base a mis propias experiencias con él. Sabiendo que sus necesidades en cuanto a sus dificultades de aprendizaje estaban siendo reforzadas con terapias externas, yo quería centrarme en la persona, en su estado anímico. Por supuesto, también seguía las pautas que me indicaban desde los centros externos para continuar lo que trabajaba después del colegio en las terapias. 

 «P» tenía una situación complicada en casa, con una familia desestructurada y una relación bastante tensa entre las partes. En el colegio, no terminaba de encajar en el grupo, intentaba ser el gracioso para ganar notoriedad, pero de poco le servía. No controlaba sus emociones, no gestionaba bien su estrés, no sabía organizarse, no tenía muchas habilidades sociales, le daba pavor hablar en público,  tenía la autoestima por los suelos… «P» no era ni flojito ni vago, «P» no podía con todas las situaciones generadas a su alrededor, no le interesaba nada lo académico y menos aun si le sumamos las dificultades anteriormente mencionadas. Nadie es flojito ni vago, esas características son actitudes derivadas de sus experiencias personales. «P», probablemente, cuando tenga capacidad de elegir qué es lo que quiere hacer, si seguir estudiando o no, elegirá dejar de estudiar. 

 En los dos años que estuvo conmigo, se notaron cambios en su persona. Trabajamos juntos la oratoria, las habilidades sociales, la gestión de las emociones….Él tuvo todo el mérito de esos avances, pues la parte fácil era la mía: decir lo que debía hacer. Consiguió vencer el miedo a hablar en público, hizo una exposición muy buena y obtuvo una calificación que él veía imposible conseguir. Su cara de felicidad la recuerdo como si fuera ayer.

 Pero lo primero que trabajamos fue la escucha. Él necesitaba soltar ese lastre que lleva cada día dentro de su mochila emocional, necesitaba sentirse escuchado. Tan simple como eso para que empezara a cambiar su forma de actuar, de sentir, de ser. 

 A «P» le encantaba dibujar, lo hacía entre clases, en los recreos que no salíamos al patio e, incluso, durante el transcurso de alguna clase. Yo, a veces, me hacía el loco para que tuviera su ratito, pero luego le daba un toque para que volviera a mi clase. Otras le escribían una nota en la agenda, o le dejaban sin recreo u otras prácticas nada pedagógicas. Su creatividad se veía coartada siempre por el ritmo del sistema educativo. ¿Y si descubrimos que «P» tiene talento para dibujar, lo desarrollamos, le ayudamos y le incentivamos? 

¿Qué habría sido de «P» si se hubiera trabajado con él las soft skills?

 La creatividad que plasmaba en sus dibujos le ayudaría a desarrollar partes de su cerebro que permanecen eclipsadas por sus estados emocionales.

 La oratoria le habría ayudado a expresarse mejor, pero también a ganar seguridad en sí mismo, a valorarse más, a soltarse con sus compañeros…

 La educación emocional le habría ayudado a entender mejor su situación personal y familiar, a gestionar su estrés y no le llevaría a un estado de ánimo un tanto gris.

 La comunicación efectiva y la escucha activa le ayudaría a comunicarse mejor con su entorno familiar y con sus compañeros

 La asertividad le habría ayudado a comunicarse sin ofender a los demás y a aceptar sus opiniones, lo que mejoraría considerablemente sus habilidades sociales

La flexibilidad y adaptación le habría ayudado a gestionar mejor ese cambio en su entorno familiar, a entender la diferencia entre el trato con unos profesores u otros y los diferentes niveles de exigencia.

 Podría seguir con unas cuantas más, pero creo que con esto ya os hacéis a la idea de lo importante que es potenciar las soft skills de cualquier persona, pero más aun con los escolares. 

Quiera concluir con que para mí lo que es «vago y flojito» es el sistema educativo. «P» es una persona, como todos, y necesita potenciar sus habilidades al máximo, de la misma manera que lo necesitan vuestr@s hij@s.

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