Gestionar la frustración significa ser capaz de afrontar los problemas y limitaciones que nos encontramos a lo largo de la vida, y las molestias o incomodidades que puedan causarnos. Por lo tanto, se trata de una actitud y, como tal, puede trabajarse y desarrollarse.
En el mundo laboral, se requieren personas con esta habilidad debido a que el mundo de internet es tan cambiante que los empleados deben aprender muy rápido diferentes tareas que se van actualizando e incluso, algunas que exceden de sus responsabilidades. los empleadores buscan gente dispuesta a afrontar nuevos retos, a aprender haciendo y que acepten nuevas responsabilidades. Ser capaz de adaptarte y hacerlo con una mentalidad positiva, es la cualidad que más puede decir sobre ti en una empresa. Poner solución a los errores con calma, tranquilidad… y saber gestionar tu estrés.
¿Y qué ocurre en la escuela? Alumnos frustrados hay en todas las aulas. Ya sea por resultados académicos, por la relación con algunos profesores o compañeros, por la situación familiar… todos han pasado por una situación de estrés o frustración, pero a pocos vemos que se hagan fuertes ante la adversidad y luchen por salir de ese estado. Estamos más acostumbrados a ver la frustración y la aceptación de esta. En la escuela se debería poner encima de la mesa las diferentes situaciones de estrés que pueden ocurrir a lo largo de la vida. Ponerles nombre, analizarlas, hablar de ellas y dar pautas para saber gestionarlas cuando ocurran. Además, se debería atender de manera individualizada, pues todos en algún momento padecerán esa situación y debería saber cómo gestionarla para no caer en la autocomplacencia y quedarse en ese estado. Lo que se suele hacer en la escuela, es atender casos claros de alumnos frustrados, normalmente atendidos por el departamento de orientación. Pero vamos a lo de siempre, solo actuamos cuando vemos un caso claro. Tal vez, si se enseñara a lidiar con esta situación a todos los alumnos, muchos casos de intolerancia a la frustración se evitarían.